Despojo y locura


Un farol roto
titilaba en la calle,
sentí que mis deseos
no se cumplirían
y la desesperación
paralizó mi boca.
Es mejor evitar la historia,
cambiar a Hegel por Jean Arp,
adorar sus huesos amorfos 
que no crecen
y ver desde ese punto 
el movimiento del amor bajo los pies,
que se expande y retrae,
como la garra de un gato.



Una sola raíz 


En los bosquejos
de mis trastornos
dibujé una araña 
que ataba con su tela
dos flores marchitas
a un tallo partido.

Así fue
el primer beso 
en la tierra.


Un  amuleto nos une en secreto


La niebla inunda
el cerro de jacintos,
los kilómetros
no existen
en el sueño
y nada tiene edad.
La muerte 
es la última
experiencia,
cada paso 
es un desmoronamiento,
estoy sobre un puente viejo
y no en una vida.


Una visita en mi mente


Sobre el tejado
crecen las semillas
arrojadas por los árboles,
extracorpóreas, 
como las palabras,
cada mensaje
forma una raíz
en los otros.
Quizá 
es lo que quiso explicar 
Dorothea Tanning
cuando pintó 
un girasol gigante del pantano
que subía por las escaleras
para comerla.
Es difícil
erguirse en la pesadilla,
justo después
de descubrir un tesoro
el sueño se rompe.



Instinto y enigma 


Cuando quiero pensar
en el origen de las cosas
mi cerebro llega a un limite
como un pez que intenta
saltar a una piedra
pero cae de nuevo al agua.
El rayo tiene 
la misma forma
que las puntas
de una hortaliza
pero sale del cielo
y baja a la tierra,
las flores hacen 
un movimiento similar 
de descenso.
Tal vez lo que florece
no son los petalos
sino la raíz
que se expande
en la oscuridad
y busca respuestas
en los sueños.




Dame permiso 


Para detenerme
y pensar en las cosas perdidas
que no causan tristeza.
Corrijo a Zygmunt Bauman,
digo que también existe
un pasado líquido,
un ágora interno
en donde los familiares muertos
actúan y aparecen
como si estuviesen vivos
porque luego del silencio
viene la noluntad.
El movimiento que no se hace,
la palabra que no se dice
y abre el tiempo 
dentro del tiempo,
calma el desgarro 
constante de la vida
con espejismos de polvo.
Porque luego del silencio
viene la noluntad.



Autoanálisis 


Dirijo mi vida
en sentido opuesto
a las agujas del reloj,
en un contraimpulso
que me hace salir
del ciclo de la historia,
del individio de la aldea 
que se vuelve nación,
crea un idioma, una deidad
y en la guerra desaparece.
Trabajo la nada como arcilla,
es la posibilidad hermosa del desierto,
empiezo de nuevo el mundo,
renombro la orquidea,
le escribo un himno.
Vivo en un planeta 
lejano sin nombre,
en la posibilidad 
hermosa del desierto.


Hábitat ausente


Me detengo
en las vidrieras
de las mueblerías
y miro las habitaciones
armadas con cuidado.
Creo que la nada tiene algo 
de recuerdo que toma
el lugar de un cadáver,
un poder que ejerce,
la indulgencia del vacío.

*

Consuela
que en el desierto
los cementerios
se deshacen 
y la tristeza 
es irreal.



Una forma de hibernar 


Pongo candados en la puerta,
me cubro con las sábanas y duermo.
Adentro mío hay varios lenguajes,
a veces soy la lluvia,
un fruto que nunca cae
o la voz de un niño sentado 
en la oscuridad del muelle.



En el chakra del pasado


La perdición del cuerpo
es la síntesis
de la pérdida del todo,
cada cosa
es memoria y peldaño,
los brotes  de pasto
son importantes,
también las pisadas
sobre las hojas
o el humo de
los cigarrillos.
Pienso en los caramelos
de mi infancia 
que venían envueltos
en papel marlboro 
a falta de bolsas,
en la melaza de savia
que encontraba
en la copa de los árboles,
en el turrón navideño
mojado por la sidra
que nadie quería comer
y en la cañita voladora 
con un pequeño paracaídas.
Creo que me ilumina 
el despojo constante,
como a una hormiga
un gramo de oro.



Caminata en sigilo 


La piel se derrama en las cosas
porque la sombra es otro cuerpo.
¿El rostro está en el espejo o en la tierra?
Las palabras son parte de la cara,
construyen un viaje 
melancólico y silencioso,
siempre al tiempo de la niñez,
donde todos estaban vivos
y en mi casa antigua se celebraba.
Todavía cuando paso 
los pájaros viven ahí, cantan
y comen semillas en el techo
antes de volar al prado.
Mantienen la energía, 
como los condensadores 
de una computadora,
para no dañar la memoria.